Parte II. Economía: la pretensión de una ciencia
¿Qué hay en la caja de herramientas?
¿Qué había dentro de esa caja de herramientas que al usarlas permitió tales éxitos?
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la mitad de los setenta podían identificarse cinco Escuelas dentro de la ortodoxia económica10, entendiendo como tal ortodoxia la corriente dominante en las universidades de los EE.UU. Coincidiendo en el diagnóstico de que en el mundo real existe una cierta rigidez en precios y salarios, cuatro de las cinco escuelas –y dentro de estas cuatro la mayoritaria, es decir la que se explicaba en los libros de texto occidentales– afirmaban que bien con política monetaria, bien con política fiscal, o bien con una combinación de ambas se podía mantener el pleno empleo de forma permanente.
A partir de 1980 se produce un profundo cambio en todo lo académico, que lleva a la situación en el 2000 donde de nuevo se identifican cinco grandes escuelas dentro de esa ortodoxia económica. De éstas, cuatro –incluyendo la mayoritaria y que es la que se enseña actualmente en los libros de texto– afirman que ni con política monetaria ni con política fiscal se puede alcanzar el pleno empleo de forma permanente.
Pasamos así de una situación en los 70, en las que cuatro de las cinco escuelas más relevantes afirmaban que con política económica se puede llegar al pleno empleo, a otra, que se afianza desde los ochenta hasta nuestros días, en la que cuatro de las cinco afirman que tal cosa no es posible.
El espíritu de Tomás de Mercado, que había aprendido a manejar la caja de herramientas de los setenta, abre la del 2000 y se da cuenta con perplejidad de que no está la taladradora. Esa herramienta con la que se podían hacer agujeros en las paredes ha desaparecido. Ya no se puede conseguir el pleno empleo de forma permanente mediante el uso de la política económica.
Parecería que en la caja de herramientas algunos cajones tienen un candado y no pueden abrirse. En particular sobre el cajón donde se guardaban los utensilios para combatir el des- empleo se puede leer: Instrumentos inservibles, úsese la herramienta «Tasa Natural».
Tomás de Mercado abre con impaciencia el cajón así titulado. En él hay un papelito doblado en el que al abrirlo se lee:
«Hasta nueva orden el desempleo sólo puede evitarse de forma permanente flexibilizando los mercados y, particularmente, reduciendo el poder sindical».
Esa vieja idea neoclásica frente a la que Keynes había opuesto su visión, y que permanecía arrinconada en una de las escuelas minoritarias de los 7012, se ha convertido, reformulada y adecentada, en el núcleo de lo que estudian y de lo que se examinan, los estudiantes occidentales, hoy en día, en un curso intermedio de Macroeconomía.
Ideología, poder y tiempo histórico
¿Por qué ha desaparecido de la caja de herramientas aquella que servía para combatir el desempleo recurriendo a la política económica?
Quizá porque en la denominada época keynesiana se necesitaba asegurar el pleno empleo y a partir de los ochenta no.
Quizá la creación tras el final de la Segunda Guerra Mundial de un Estado de Bienestar cuyo núcleo era precisamente el pleno empleo explica la aplicación de políticas dirigidas a la consecución de éste, y quizá su puesta en cuestión en los ochenta también explicaría la ausencia de esas tales políticas. Es la aceptación o no del Estado de Bienestar quien condiciona las políticas económicas y el contenido, en definitiva, de la caja de herramientas.
El Estado de Bienestar exige pleno empleo, y las herramientas que existen se usaron para conseguirlo. Para desmontar el Estado de Bienestar basta con atacar a su núcleo, y a partir de los 80 se abandona como objetivo político el pleno empleo y se pasa a la lucha contra la inflación. La ideología cambia, y cambia consecuentemente la primacía académica de las escuelas económicas.
Nos queda intentar un último paso: ¿Por qué la aceptación del Estado de Bienestar y su posterior cuestionamiento? ¿Por qué la aceptación del keynesianismo y su posterior rechazo? ¿Por qué la aceptación de las políticas económicas dirigidas a la consecución del pleno empleo y su posterior olvido?
No puedo dar una contestación rotunda, pero sí aventurar una hipótesis explicativa.
Creo que no se pueden explicar las construcciones teóricas de la macroeconomía del siglo pasado sin hablar del nacimiento y desaparición de la URSS.
La tasa de crecimiento del PIB de la URSS supera a los de Europa y EE.UU. en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial. Tras ésta, en la que se evidencia además la posesión por parte de la Unión Soviética de un poder militar que acaba con el III Reich, se apresura a construirse en Europa un Estado de Bienestar que asegure el pleno empleo y demuestre que la alternativa al comunismo existe, y que se puede alcanzar cotas de bienestar y seguridad, e insisto, pleno empleo, sin renunciar a la democracia. De aquí, quizá, las políticas económicas dirigidas a erradicar el desempleo.
En el periodo de la guerra fría los dos sistemas parecen avanzar hasta que cada uno de ellos tiene su crisis profunda en la década de los setenta. A partir de ese momento la URSS comienza a dejar de ser competitiva en cuanto, al menos, al crecimiento del PIB per cápita, y Occidente, y particularmente Europa, se enfrenta con una progresiva disminución del peso de los beneficios respecto al de los salarios.
Con la URSS debilitada, Europa se dispone a combatir esa caída del volumen relativo de los beneficios. Para ello hay que reducir las pretensiones salariales que se convierten en inflación. Pero los salarios se contienen mejor cuando hay un cierto volumen de desempleo y así se provoca, o tolera, una crisis que si bien lleva al aumento del desempleo, también logra una menor inflación y la recuperación de los beneficios.
Teoría, historia, estadística
Hemos usado, hasta este momento, tres perspectivas económicas para analizar los fenómenos de inflación y desempleo durante el siglo XX en Europa.
La primera, aséptica, es la de la caja de herramientas según la cual cuando se quiere acabar con el desempleo se consigue y cuando se desea terminar con la inflación también se logra.
En la segunda perspectiva hemos visto cómo una determinada concepción política fue la que llevó a colocar al pleno empleo como objetivo de los cincuenta y al control de la inflación en los ochenta.
Y en la tercera perspectiva, visualizando la economía como un retículo de relaciones de poder, se ha dado una explicación sobre el cambio experimentado en las políticas.
En el fondo no hemos hecho otra cosa que seguir la recomendación de Schumpeter de sustentar siempre el análisis económico sobre un trípode configurado por la teoría, la historia y la estadística.
La conclusión es que el keynesianismo se rechaza no por su incorrección teórica o empírica, sino por su inconveniencia ideológica.
Todo lo narrado es simplemente una ejemplificación de lo que considero el gran problema que impide el acercamiento de la Economía a las pautas de comportamiento científico generalmente aceptadas. Y ese problema es el gran peso que la ideología tiene en nuestro conjunto de conocimientos.
David fue Catedrático de Fundamentos de Análisis Económico en la Universidad de Salamanca desde 1991 hasta 2008. Fue un gran profesor, muy querido por los estudiantes, y un buen escritor, destacando su habilidad para combinar ambas facetas y conseguir divulgar y acercar la Economía de una manera rigurosa, instructiva y amena, a un gran público no familiarizado con ella. En el patio interior de la Facultad de Economía y Empresa se conserva una placa en su honor, bajo el castaño que él plantó, como homenaje, al que también pretendemos contribuir dedicándole el epílogo de la presente obra.