Jesús Galende del Canto – Lecciones de un profesor llamado Covid-19

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Lecciones de un profesor llamado Covid-19

El mundo ha cambiado. Realmente se encuentra en un cambio continuo, casi imperceptible, pero esta vez el cambio ha sido tan drástico que sí nos hemos dado cuenta. Nos creíamos una especie superior, casi inmortal, con nuestro planeta tierra ya dominado y explotado a nuestro antojo, abusando de sus recursos y promoviendo un crecimiento medioambientalmente no sostenible. Pero como sus efectos eran a largo plazo, a la mayor parte de la ciudadanía, comenzando por sus dirigentes políticos, le daba igual.

La naturaleza se ha vengado. Un enemigo que ni vemos, de carácter intangible, como sabemos que son los recursos más valiosos, aparece terriblemente poderoso. David contra Goliat. Y lo peor es que en esta ocasión nosotros somos Goliat. Independientemente del origen real del virus, todavía sin determinar, debemos ser conscientes de que la degradación de nuestro entorno natural y la destrucción del hábitat de otras especies, unido a una globalización despiadada que no entiende de fronteras, tiene estos riesgos, y en esta ocasión tenemos sobre la mesa una verdadera pandemia mundial que, más allá de su impacto sanitario, es un auténtico misil sobre la línea de flotación de nuestras acomodadas economías capitalistas.

Hoy es el día 19 de nuestro confinamiento. Sin fecha final. Y cuando salgamos, nada será igual. Sanidad o Economía, “that is the question”. España, como la mayor parte del mundo, ha elegido sanidad. Pero, como estamos viendo, atender la sanidad con una economía frágil, no es tarea sencilla. De hecho, preguntando a los ciudadanos, muestran una preocupación económica al menos al mismo nivel que la sanitaria. Es indudable que este confinamiento tendrá un gran impacto económico. Ya lo está teniendo. Las bolsas de todo el mundo ya lo han anticipado, con caídas históricas que nos recuerdan no sólo a la crisis de 2008, sino a la de 1987 e incluso al crack de 1929… ¿Es todo tan negativo? ¿Qué podemos hacer los economistas, aparte de quejarnos y vaticinar cataclismos? ¿Esta vez también es posible transformar los problemas en oportunidades?

Los que trabajamos en gestión emocional, sabemos que el peligro existe, es real, pero el miedo es un estado emocional que podemos cambiar, de igual modo que el dolor también existe y nunca se podrá erradicar, pero el sufrimiento sí es una opción. De este modo, resulta posible vislumbrar aspectos muy positivos, dentro de este caos, que nos pueden ayudar a formar, entre todos, una nueva economía más justa y sostenible:

  1. Nuestra escala de valores. El contacto humano, el apoyo, la solidaridad, la generosidad, el ser capaces de remar todos juntos en la misma dirección, unido a una capacidad de empatía nunca vista antes, han saltado a primer plano en nuestras vidas. El trabajo en equipo está saliendo fortalecido frente al más puro individualismo, con personas que, sin importar si son empresarios o trabajadores, se ponen manos a la obra para de manera desinteresada alcanzar un objetivo común. Si nos damos cuenta, se trata de las mismas claves necesarias para superar también el reto medioambiental, que sigue ahí momentáneamente olvidado, a pesar de su estrecha relación con la pandemia. Es nuestro deber aprovechar el auge de estos valores. El caldo de cultivo para impulsar una economía verdaderamente sostenible es más fuerte que nunca.
  2. El valor real del dinero. Hemos comprobado cómo el dinero no sirve de nada cuando no hay bienes qué comprar. Tenemos dinero para poder pagar el material sanitario, pero no lo encontramos en el mercado. Es paradójico ver cómo se producen donaciones monetarias cuando lo verdaderamente relevante ahora es el propio producto, que acertadamente hemos optado por empezar a fabricar de manera solidaria, poniendo en práctica los mencionados valores. La economía real demuestra una vez más su importancia frente a la economía financiera.
  3. El papel del Estado. Resulta curioso observar cómo hasta los economistas más liberales, cuando vienen mal dadas, buscan a papá Estado. Esto es típico en economías de mercado. Ya sucedió en la crisis de 2008. Cuando las cosas van bien, el mérito es del mercado. Cuando van mal, la culpa es del Estado. Es lo mismo que nos sucedía de niños, que nos acordábamos de los padres cuando teníamos un problema, para que de forma mágica nos lo resolvieran. Aun así, aunque desde luego el Estado puede ayudar mucho, la solución, como estamos viendo, está en los propios ciudadanos. Busquemos, sí, un Estado más fuerte, pero tengamos claro que la responsabilidad final es de cada uno de nosotros. Eso es ser proactivo en la vida, clave para el progreso.
  4. La importancia real de la localización en el trabajo. Uno de los aspectos más positivos de nuestro confinamiento está siendo el teletrabajo. Hemos avanzado, digitalmente hablando, en unos cuantos días lo que íbamos a tardar años en hacerlo, si es que lo hacíamos. Como en todos los cambios, un sentido de urgencia ha hecho que las cosas sucedan. Con ello nos hemos dado cuenta de que es posible realizar muchas más actividades de las que pensamos de manera virtual, a distancia, lo cual es sin duda una gran oportunidad para repoblar esos pueblos que conforman la que llaman España vaciada, al dejar de ser un factor tan importante la localización cercana al centro productivo. Resulta paradójico cómo, al inicio del confinamiento, parte de la población trató de huir hacia esos pueblos, buscando calidad de vida. Quizás sea posible compatibilizar ahora calidad de vida y trabajo. Sólo hace falta arraigar el cambio.
  5. El modelo de globalización. Hemos vuelto a apreciar los bienes más básicos para el ser humano: la alimentación y la energía. Precisamente los mismos que ya hace 63 años dieron origen a la creación de la Comunidad Económica Europea. Una globalización mal entendida ha dado lugar a la invasión de productos foráneos que, en demasiadas ocasiones, no cumplen con las mínimas normativas ambientales, sanitarias o laborales, creando además una gran dependencia del exterior que, en entornos turbulentos, como el presente, se hace determinante. Parecía que no iba a pasar nunca, pero ha sucedido, y hemos vuelto a apreciar nuestra industria nacional, a todos los niveles, pero especialmente en los dos mencionados. Y hemos dado la talla. Sin embargo, se hace evidente la necesidad de una regulación más justa por parte del Estado para que nuestro deterioro empresarial no continúe. De igual modo, resulta necesario, por parte de los consumidores, un mayor aprecio hacia lo nuestro que, con la pandemia sí se ha producido, nos queda conservarlo y acrecentarlo. Una nueva oportunidad para esa llamada España vaciada, especialista en este tipo de productos.

Estoy absolutamente seguro de que en esta ocasión Goliat vencerá a David. Pero no basta con eso, ya que tenemos muy buenas oportunidades para salir fortalecidos de esta lucha, en el terreno social y en el económico, que debemos saber aprovechar. He tratado de apuntar tan sólo unas pocas, hay otras muchas más. Pero todo depende de si hemos comprendido las lecciones que, a la fuerza, nos está impartiendo nuestro profesor Covid-19, y de si logramos no olvidarlas con el paso del tiempo. Lo cual es responsabilidad de cada uno de nosotros.

 

Jesús es Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y Catedrático de Organización de Empresas en la Universidad de Salamanca. Es especialista en Administración de Empresas, particularmente en Habilidades Directivas y Gestión de la Innovación. Actualmente ocupa el cargo de Decano de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Salamanca.