Esther B. del Brío González – Hacia una sociedad del conocimiento

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Hacia una sociedad del conocimiento

Es un hecho universalmente aceptado que la Universidad no puede limitar su función a ser meramente una institución de educación superior, ni tampoco a crear una cultura humanista, como se nos ha hecho saber de forma tradicional. Hoy en día, la Universidad debe rendir cuentas ante la sociedad respondiendo ante una tercera misión, como es la transferencia de conocimiento y tecnología. La Universidad se convierte así en el centro del motor de conocimiento de la sociedad, su transmisor y base del desarrollo de la sociedad. No es por ello extraño que nos encontremos con que la inversión en educación se ha convertido en una prioridad en las sociedades más avanzadas, y a ello se entregan las universidades europeas desde que se contrajo el compromiso en el Consejo Europeo de Lisboa de 2000 para crear una Europa basada en el conocimiento.

En esta línea se ha seguido trabajando en la década siguiente y así, conforme al informe Estrategia Universidad 2015, cuatro son los elementos que harán posible esa nueva España y esa nueva Europa: la producción del conocimiento a través de la producción científica, su transmisión mediante la educación y la formación; la difusión a través de las tecnologías de la información y la comunicación, y su explotación y empleo (mediante la innovación tecnológica). Lograr grupos de investigación que cumplan con estas cuatro funciones llevará a la Universidad española a ser el motor del progreso, bienestar, avance cultural y competitividad modernizando su gestión. Así le dará la responsabilidad, pero también la confianza, de dibujar la nueva sociedad del siglo XXI. La Estrategia para la Internacionalización de las Universidades Españolas 2015-2020 defendía además este objetivo para lograr la internacionalización de la empresa y reforzar su competitividad.

Para cumplir este papel, a la Universidad se le conceden unos derechos en la Carta Europea del Investigador: libertad de investigación. Pero se le presuponen unas exigencias: hacia una sociedad del conocimiento responsabilidad profesional y difusión de sus resultados para marcar el impacto en la sociedad. El progreso científico y tecnológico constituye un factor clave del desarrollo económico, social y medioambiental a largo plazo. El análisis de las diferentes formas, directas o indirectas, en las que la investigación, el desarrollo y la innovación se relacionan entre sí, y su indudable contribución a la cultura, al progreso y al bienestar, es fundamental para conocer el valor estratégico de un Estado. El propósito de la Universidad y los grupos de investigación que la constituyen deben contribuir a mejorar el sistema de I+D+i en España, de cara a reforzar e incrementar sus efectos positivos sobre la competitividad y el empleo.

En el terreno económico, la generación y desarrollo de nuevas tecnologías permite, a partir de una determinada dotación de factores, reducir los costes de producción, mejorar los procesos productivos e incrementar la cantidad y calidad de los productos (bienes o servicios), y tiene significativos efectos beneficiosos sobre el total de la economía, incidiendo de forma positiva sobre la productividad. Más aún, en un contexto de creciente internacionalización de los mercados, lograr un aumento de la competitividad compatible con las mejoras correspondientes y su repercusión en el empleo, exige desarrollar la capacidad tecnológica necesaria para introducir en el mercado bienes diferenciados de alto valor añadido. Ello avala la importancia de la I+D+i, explica su papel central en la mejora de la competitividad de la economía y justifica la oportunidad de diagnosticar las deficiencias del sistema español y mejorarlo.

La Estrategia Horizonte 2020, que aún marca la mayor parte de los objetivos europeos de investigación, plantea un objetivo de ciencia excelente, que pretende «asegurar un flujo estable de investigación de categoría mundial a fin de garantizar la competitividad europea a largo plazo». Para ello se compromete a «prestar apoyo a las mejores ideas, desarrollando el talento dentro de Europa, ofreciendo a los investigadores acceso a infraestructuras de investigación prioritarias y persiguiendo que Europa resulte atractiva para los mejores investigadores del mundo». Entre sus actuaciones han destacado de forma singular las acciones Marie Curie.

Detrás de ese objetivo de ciencia excelente, se sitúa uno aún más estratégico para la Unión Europea y directamente relacionado: el liderazgo industrial. Para ello centra sus líneas de investigación prioritarias en la obtención de financiación, con el objetivo final puesto en maximizar el número de patentes y procesos innovadores.

Tampoco se olvida el Horizonte 2020 de los retos sociales, donde se abordan las grandes preocupaciones compartidas por los ciudadanos de Europa y otros lugares. Un enfoque basado en los retos agrupará recursos y conocimientos de diversos ámbitos, tecnologías y disciplinas, incluidas las ciencias sociales y las humanidades, pero en las que no siempre nos hemos visto bien representados los investigadores de empresas y mercados financieros.

El diseño de esta estrategia no ha estado carente de críticas, en nuestro caso particular, porque las áreas de investigación hacia una sociedad del conocimiento prioritarias no se adaptaban siempre a nuestros intereses de investigación. Otra de las grandes dificultades ha sido el enorme cambio en el perfil de los grupos investigadores existentes que requiere la consecución de estos objetivos, al romper el statu quo, modificar los criterios de concesión de la financiación y apostar por grandes grupos. Esto ha supuesto un cambio fundamental, necesario, pero difícil de asimilar; un cambio más en el modelo de Universidad que todos conocemos y que exige del docente, académico e investigador un enorme nivel de flexibilidad y adaptación a los cambios del entorno. En febrero de 2017, el presidente de la Asociación Europea de Universidades achacaba esta dificultad de adaptación de la universidad española a su carácter funcionarial. En nuestra opinión, el carácter funcionarial puede ejercer una cierta barrera, pero no es el responsable máximo.

Adicionalmente, esos objetivos de liderazgo industrial son cada vez más difíciles de alcanzar; más aún a causa de los efectos de la globalización y de la pasada crisis financiera, que afectó especialmente a la Unión Europea y que siguen afectándonos de lleno. El Brexit ha contribuido a aumentar la incertidumbre sobre el futuro de la Unión Europea y, por tanto, también sobre los investigadores, la retención de talento y ese reto de liderazgo industrial. Una expresión más del fenómeno al que me suelo referir como «El Rapto de Europa», como consecuencia del papel de receptor (no trasmisor) de incertidumbre y de riesgo que representa nuestro continente. Nuestro futuro como investigadores no se entiende fuera de nuestro entorno. Entre todos, debemos seguir avanzando por esa sociedad mejor. Nuestra investigación es global y las revistas en las que publicamos nuestra investigación también lo son. El trabajo de cada investigador individual puede perderse en la inmensidad del agujero negro que representan los trabajos de investigación que no se traducen en transferencia de resultado.

En mitad de este escenario, las fuerzas políticas hablan de llegar a un Pacto Nacional por la I+D+i+d, en la que a la investigación, desarrollo e innovación se suma la d minúscula de divulgación, insistiendo en que los investigadores demos también el paso a mejorar la difusión de nuestros conocimientos y descubrimientos. Dentro de ese Plan Nacional o Acuerdo por la Ciencia en España se plantean demandas como llegar a una inversión en I+D+i equivalente al 2% del PIB y asegurar su estabilidad presupuestaria, ligar la política fiscal a la innovación en la gran empresa y la pyme y favorecer una mayor financiación privada de la investigación. Desde el punto de vista de la investigación en centros universitarios públicos, debería tener una traducción directa en la contratación de nuevos doctores y en flexibilizar la dedicación a la docencia o investigación del Personal Docente e Investigador.

Pero hablábamos de d de difusión, lo que implica abordar el tema de la publicación científica y el debate sobre la mejora del sistema de calificación de las revistas científicas. No nos referimos a cómo ayudar a subir el impacto de nuestras revistas ya listadas en el SCCI-JCR o candidatas a entrar en él. Nos hacia una sociedad del conocimiento estamos refiriendo a la necesidad de romper con la soberanía o monopolio del JCR. Las principales escuelas de negocios y universidades en EEUU, Singapur o Reino Unido disponen de sus propias clasificaciones basadas en variables más allá del propio número de citas. Estos listados permiten conocer y cribar con pulcritud las revistas de calidad con independencia de mecanismos que permiten gestionar el número de citas sin afectar a la calidad o rigor de los trabajos publicados. No hay que romper con el JCR pero sí ofrecer nuevas alternativas para garantizar la verdadera calidad de nuestras publicaciones.

Contar con una medición correcta de la calidad de nuestra investigación facilita no solo la correcta difusión de los resultados de nuestra investigación, sino también el desarrollo de incentivos adecuados para señalizar a los investigadores el camino a seguir. En este sentido, pocos esfuerzos se han realizado por mejorar la visibilidad de nuestro trabajo como investigadores. Nuestros alumnos, y el conjunto de la sociedad, siguen viendo al profesor universitario como un mero docente. Para romper con esta imagen, debemos llevar a las aulas los resultados de nuestra investigación, involucrar a los alumnos, hacerles conocedores de primera mano de los resultados
obtenidos.

Para finalizar, permítanme reproducir aquí unos párrafos extensos de las palabras del discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Salamanca del Dr. Blas Calzada Terrados, expresidente de la CNMV, y del que tuve el honor de ser madrina de investidura. En él, el Dr. Calzada refería lo siguiente:
«En mi opinión el mundo atraviesa en estos momentos, unas circunstancias que exigirían mejores conocimientos económicos tanto teóricos como de análisis profundo. Tenemos una población mundial con demasiados jóvenes sin trabajo y con unos ancianos que gracias a la mejora de la medicina y condiciones de vida, viven más allá de lo que permiten los ingresos por pensiones, si es que gozan de ellas. Una globalización quizá precipitada, y de la que, en muchas naciones hay grandes grupos que están arrepentidos e intentan una imposible marcha atrás. Un avance tecnológico insuficiente y que destruye más puestos de trabajo de los que crea. Una situación de la Unión Europea en la que hay más problemas que nunca. En estas circunstancias no hace falta ser Keynes para deducir que hay un riesgo no desdeñable de que se deriven consecuencias políticas y sociales no deseables de esta situación…

…La situación internacional y la propia de nuestro país hace necesario, más que nunca, tener la mayor seguridad posible al tomar decisiones, de advertir de los riesgos a los responsables y por último y aún más importante, explicar a los ciudadanos la situación, las eventuales medidas a tomar y sus costes sociales y económicos.

En 1929 el gobierno encargó a la comisión presidida por Flores de Lemus un dictamen sobre la conveniencia de adoptar el patrón oro implantado por Gran Bretaña unos años antes. Después de un análisis magnifico de la economía española, la comisión recomendó no adoptar el patrón oro para no añadir rigideces a una economía, que ya tenía demasiadas. El patrón oro no duró mucho y la crisis se lo llevó por delante.

Me gustaría mucho que de modo similar a la comisión citada, un grupo adecuado de economistas sin ideologías previas hacia una sociedad del conocimiento y con el apoyo del mundo universitario, utilizando los datos obtenidos de las fuentes oficiales, unidos a otros estudios de todo el mundo, elaborase un informe sobre la situación actual y los riesgos exteriores e interiores que corre la economía española. Idealmente debería seguirse con un trabajo continuo para seguir estudiando novedades, y una labor crítica sobre la política económica de los gobiernos, y las explicaciones pertinentes a los ciudadanos. Debería completarse además, con una búsqueda constante de informaciones sobre los avances tecnológicos y científicos susceptibles de convertirse en avances tecnológicos, también con el auxilio indispensable del mundo universitario. Todo ello al alcance de empresas y ciudadanos».

Hagamos extensiva esta invitación a todos los que deseamos que nuestro duro trabajo investigador logre avanzar por un mundo mejor.

Esther es Catedrática de Finanzas de la Universidad de Salamanca y Máster en Finanzas por la Universidad de Cambridge. Investiga en finanzas de los mercados (eficiencia y gestión del riesgo), gobierno corporativo y perspectiva de género. Ha publicado en revistas de alto impacto, su mejor publicación está en el Journal of Management Studies. Ha visitado numerosas universidades como visiting scholar o como conferenciante o docente Erasmus.