¿Se relacionan innovación y desigualdad económica?
Introducción
Tal y como indicara Schumpeter las innovaciones son, desde el punto de vista económico, nuevos productos y servicios que se difunden en la sociedad, normalmente a través del mercado. La difusión también puede darse por medio de otros medios de distribución, como pueda ser el reparto de una nueva vacuna a través de un sistema público de salud o la entrega de las galletas energéticas por las ONG en una crisis alimentaria.
Las innovaciones alcanzan su forma óptima en función de dos atributos. El primero es la calidad de la prestación o prestaciones que aportan. Estas prestaciones son el fruto del trabajo de desarrollo y diseño invertido en la innovación. El segundo es la fiabilidad de su funcionamiento, que es el resultado del proceso de producción. Un ejemplo típico es una navaja suiza: por un lado, presenta múltiples y aquilatadas prestaciones y, por otro, todas las piezas están fabricadas y encajadas con fiabilidad. Ahora bien, hoy por hoy no todas las sociedades presentan la misma capacidad de innovar ¿por qué?
La mayor o menor capacidad de innovar de una economía depende, por una parte, de la capacidad técnica y, por otra, de la relación entre grado de desigualdad económica y grado de desarrollo económico. Por capacidad técnica de una sociedad se ha de entender su dotación de capital humano, tanto en lo que se refiere a la formación técnica de la fuerza laboral activa, como a la cantidad y tipología de sus ingenieros. Tendremos así que, una sociedad muy desigual y pobre no demandará innovaciones, difícilmente podrá adquirirlas y su producción será muy pequeña y exclusiva. Una alta desigualdad económica en una sociedad menesterosa implicará: primero, que no se contará con la suficiente fuerza laborar con formación técnica para trabajar en los procesos productivos y, segundo, que las innovaciones fiables serán escasas, pues aun pudiendo tener un aceptable número de ingenieros, lo cierto es que éstos no podrán implicarse en las escasas fábricas e industrias con los procesos de producción acordes a su formación. En una sociedad así pueden surgir innovaciones con buenas prestaciones diseñadas por esos mismos ingenieros, pero se fabricarán contados ejemplares de un producto, al carecerse de fábricas e industrias donde producirlos de manera fiable y cumpliendo con los dos atributos indicados: prestaciones y fiabilidad. Todo esto queda reflejado en el tamaño de la planta de producción y la organización de la cadena internacional de valor añadido.
Explicar cómo aparecen y se extienden las innovaciones implica desdibujar las fronteras entre lo que es ciencia básica, aplicada y desarrollo industrial. Esto sucede porque las fuentes de la innovación pueden estar en las manos del artesano, del obrero en el taller, del técnico en el laboratorio industrial, del ingeniero en la obra o la mesa de trabajo y del científico en el centro de investigación. Además, la dirección en la que se sucede el conocimiento no es jerárquica, sino pluridireccional. Unos aprenden de los otros y el orden en el que se produce el proceso de incorporación de conocimientos entre unos y otros para lograr la innovación puede ser complejo. Cuanta menor sea la relación entre unos y otros, menos será la eficiencia en el proceso de fabricación y, por tanto, menor la eficiencia con la que estarán hechas las innovaciones y aún menos su difusión. Son las interrelaciones entre estos actores las que dan fuerza a la capacidad técnica de una economía, no la excelencia particular de cada actor.
El trinomio prestaciones, eficiencia e igualdad
Giovani Dosi a principios de los años ochenta del pasado siglo desarrolló dos conceptos en referencia al cambio técnico: paradigma técnico y trayectoria técnica. Según Dosi (1982) hay dos tipos diferentes de cambio técnico:
1. El cambio continuo, que se da de forma progresiva a lo largo de una hipotética trayectoria y que implica la sucesión de mejoras y perfeccionamientos en los productos asociados a unos conocimientos científicos y técnicos determinados. En este sentido una trayectoria refleja bien las distintas revoluciones técnicas dentro de la revolución industrial: la del vapor, la del motor de explosión, la de la información y la biotecnológica. Y también refleja las modificaciones internas en cada revolución técnica que son debidas a los perfeccionamientos que se van dando en las sucesivas mejoras de los productos y procesos productivos.
2. Cambio radical, que rompe con la trayectoria que se seguía (el motor de explosión sustituye al de vapor) y que, además, modifica los productos y las formas de producir de una trayectoria en función del nuevo paradigma (por ejemplo, la digitalización de los productos analógicos). Un paradigma engloba un nuevo conjunto de procedimientos y conocimientos con los que se afrontan nuevos retos y problemas. Por ejemplo, el motor eléctrico con respecto al de explosión parte de conocimientos científicos y técnicos diferentes, tiene unos procedimientos distintos a la hora de construirse y afronta unos problemas en los que sustituye al de explosión, pero en otros abre nuevas posibilidades. Por ejemplo, gracias a él se pudo completar la industrialización a principios del siglo XX de países carentes de carbón.
Ambos conceptos teóricos (paradigma y trayectoria) son útiles a la hora de analizar el papel que está jugando una innovación. Toda innovación está inserta en una trayectoria y pertenece a un paradigma. Ahora bien, el papel que una innovación tendrá en su trayectoria dependerá de su grado de difusión en la sociedad en forma de servicios, procesos productivos y productos acabados. Una innovación que se la apropie en exclusiva un reducido grupo social o una institución no es una innovación realmente. Su debilidad será tal que podría olvidarse o quedar como una curiosidad y nunca formará parte de una trayectoria y menos aún supondrá un paradigma en los términos expresados por Dosi (1982).
Los productos que sí son innovaciones, que se difunden, tienen normalmente el comportamiento, desde la perspectiva de la disciplina económica, de normales, es decir productos que se consumen más si sube la renta del comprador. Por consiguiente, están sometidos a la Ley de Engel. Dicha ley indica que toda persona que incremente su renta dejará de consumir productos peores, por ejemplo, los basados en innovaciones pretéritas, para pasar a adquirir mejores, en este caso nuevos productos con más prestaciones y mayor fiabilidad. Una persona pobre no podrá permitirse productos innovadores y los sustituirá por bienes anacrónicos desde el punto de vista técnico. Se trata de las llamadas «innovaciones criollas» o de autoconsumo que definiera de David Edgerton (2006), tales como el chukudu, caracterizadas porque el productor es el propio consumidor. Son innovaciones que identificamos por lo ingeniosas que resultan a primera vista y la mezcla de influencias que suponen. Pero, sobre todo son bienes determinados por estar producidos ineficientemente al fabricarse artesanalmente. Se basan en procesos de producción ineficientes y anticuados, que suelen estar ligados a economías cercanas al autoconsumo.
Según vaya subiendo la renta de la persona, ésta irá gastando proporcionalmente más en bienes soportados por innovaciones recientes y producidos eficientemente por medio de procedimientos de fabricación industriales y cada vez más modernos. Este será el momento en el que aparecen las llamadas «innovaciones frugales», que ofrecen prestaciones básicas, pero ya realizadas en sistemas de fabricación con cierta especialización, aunque aún con una relación ineficiente entre la escasa dotación de capital y la abundancia trabajo.
Paradójicamente, si esa persona llegase a ser muy rica gastará mucho en productos de lujo fabricados con métodos ineficientes, métodos muy intensivos en mano de obra, como lo son los métodos artesanales. Este consumidor demandará productos hechos con sistemas de producción ineficientes al utilizar más cantidad de trabajo, aunque sea con máquinas sofisticadas sacadas de su ámbito industrial. El proceso será ineficiente por la falta de optimización provocada por servirse de una enorme dotación de capital por unidad producida. El producto sería ineficiente por el lado de la fabricación como cuando su renta era baja, pero ahora, desde la perspectiva de sus prestaciones técnicas, será muy bueno. En este caso se trata de «innovaciones exclusivas», con muchas prestaciones para su propietario, pero con una nula o baja difusión en la sociedad. La innovación se habrá convertido en un objeto de lujo, lo cual es una contradictio in términis. En el modelo de cambio técnico de Salter (1969) supondría un retroceso, pues se requiere más de ambos factores productivos (capital en forma de máquinas y trabajo artesanal) para producir, tal vez una sola unidad (exclusividad).
Conclusión
Esta explicación del comportamiento personal se puede trasladar al comportamiento de las poblaciones y verse como un agregado de conductas, siendo la variable renta, tomada como el grado de la desigualdad social (medida por el índice de Gini o similares), la que se pone en relación con las prestaciones de la innovación y la eficiencia con la que están hechos los productos.
La innovación, por muy aberrante que pueda parecernos, es en gran parte hija de la demanda, y para comprenderlo hay que entender el papel que juega la desigualdad de las sociedades, tanto por el lado de la producción como por el lado de los mercados finales de consumo.
Referencias
Dosi, G. (1982): «Technological paradigms and technological trajectories. A suggested interpretation of the determinants and directions of technical change». Research Policy, 11, 147-162.
Edgerton, D. (2006): The Shock of the Old. Technology and global history since 1900. Profile Books, London.
Salter, W.E.G. (1969): Productivity and Technical Change. Cambridge, Cambridge University Press. [Traducción castellana (1986): Productividad y cambio técnico. Madrid, Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social.]
Santiago es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor Titular del Área de Historia e Instituciones Económicas del Departamento de Economía e Historia Económica y director del Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad de Salamanca. Sus investigaciones se centran en la Historia económica de la empresa y la historia de la ciencia y la tecnología. Actualmente dirige un proyecto de investigación nacional que estudia la relación entre innovación y desigualdad económica.